Por estar contigo

Blog personal de José Alfonso Pérez Martínez

"Estas líneas escribo,
únicamente por estar contigo"
(Luis Cernuda)

martes, 20 de diciembre de 2016

De las dos espadas de Arturo


DE LAS DOS ESPADAS DE ARTURO

La espada que Arturo extrajo de la piedra, ante el arzobispo de Canterbury y todos los caballeros y señores de Britania, fue su primera espada. Tenía Arturo quince años por entonces y, al conseguir liberar la espada de su encierro, demostró ser el legítimo heredero de Uther Pendragon. La espada la había mandado hacer, un siglo antes, un general romano que se negó a dejar Britania cuando las legiones abandonaron la isla. La mandó hacer larga y pesada, como las espadas de los bárbaros. Era una poderosa arma que se había convertido en herencia de su estirpe, los Pendragon. Arturo la llevó y blandió en varias batallas y enfrentamientos hasta el día en que la quebró. Sucedió así:

Arturo era rey pero, por encima de todo, se consideraba caballero. Por eso a veces abandonaba a solas, o acompañado sólo de un escudero, la corte, y salía en busca de aventuras. Una de esas veces, llegó a las orillas de un lago. Allí encontró a un caballero que le desafió. Arturo le preguntó quién era. "Soy Lanzarote, el del lago. Junto a estas aguas espero a caballeros y les desafío, pues está escrito que he de batirme con cuanto caballero encuentre, hasta que halle a aquel que pueda vencerme, y a éste he de rendirle homenaje y servirle el resto de mis días".

Arturo aceptó batirse con Lanzarote. Lucharon bravamente durante horas. Se hicieron profundas heridas que regaron de sangre las orillas del lago y sus aguas, mas ninguno conseguía vencer al otro. Al final, Arturo pidió ayuda a su señor, Jesucristo, descargando un poderoso golpe con sus últimas fuerzas, y la espada de los Pendragon se quebró en el pecho de Lanzarote, rompiendo a la vez la armadura de éste.

Quedaron Arturo y Lanzarote desmayados en tierra largo rato, y parecía que hubieran muerto. Arturo despertó el primero, y vió su espada rota y a su noble enemigo inmóvil, y le creyó muerto, y lloró. Entonces se apareció el poderoso druida, Merlín, y le dijo "¿por qué lloráis, mi rey?". "He matado al mejor caballero del mundo y he quebrado la espada que era herencia de mi estirpe, por eso lloro". "Él no está muerto, tan sólo duerme. Y en cuanto a la espada, está escrito que hoy debíais perderla, para obtener una más poderosa. ¿Véis esa isla en medio del lago? Id a la pequeña capilla que allí se levanta. Allí encontraréis a la dama del lago, durmiendo un sueño de siglos. Asid la espada que la dama empuña, pues es vuestra". Arturo se desprendió de la armadura y, casi desnudo, se lanzó al lago. Nadó hasta llegar a la isla, y allí, cerca de la orilla, vió la capilla.

Entró y, sobre una cama de piedra, vió a una dama acostada. Sus manos sostenían sobre su cuerpo una larga espada. A los lados se desparramaba su largo cabello rubio. Vestía una larga túnica blanca. Parecía dormir, su rostro era como el de una persona viva. Arturo dudó, pero finalmente asió la espada, librándola de las blancas manos de la dama. En ese instante ésta se deshizo en polvo, y fue como si nunca hubiese estado allí.

Arturo se santiguó y, saliendo de la capilla, observó la espada. Era tan grande como la de los Pendragon, pero mucho más ligera. En verdad, no parecía pesar nada. Al regresar con Merlín éste le dijo su nombre, Excalibur, y le explicó que era una espada muy antigua, forjada por la raza que habitó Britania antes de los hombres, la raza a la que perteneció la dama del lago, la raza que "ahora sólo puede encontrarse en la isla de Avalón, y en los sueños". Excalibur, explicó, no podía quebrarse, nada en el mundo podía romperla.

Así fue como Arturo encontró a Excalibur. Luego Lanzarote despertó y Arturo le hizo su vasallo, para desgracia de ambos. Aunque esto, como suele decirse, es otra historia.

-José Alfonso Pérez Martínez, 20 de diciembre de 2016-

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